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De Cádiz y sus cantes
Llaves de una ciudad y un folklore milenarios
Fernando Quiñones
Si decir
carácter es decir idiosincracia, matices psicológicos y físicos, sabor, el
carácter de una ciudad depende en absoluto de su historia, y ésta, no menos
considerablemente, de la posición que ocupa en su región, en su país, en su
continente y por fin, en el mundo. Como en la vida de los hombres, las
mutaciones y renovaciones cuentan mucho en la de una ciudad, pero, por
radicales que sean, difícilmente llegan a acabar con todo: del pasado, algo al
menos queda.
Tales
verdades, perogrullescas pero aclaratorias, cobran en Cádiz un relieve muy
singular, ya que también son muy singulares la situación de la ciudad y su
historia especialmente «rara», llena de altibajos extremos, jalonada de cimas brillantes y de
simas oscuras.
[…]
Sir james
Frazer, en La rama dorada, alude a
una afirmación del griego Filóstrato (siglos I al II) a tenor de la cual, en
Cádiz, los agonizantes no morían mientras estuviese alta la marea; Frazer comenta
que, según los elementales principios de esa filosofía de las atracciones y
semejanzas, quienes habitan junto al mar no pueden por menos que sentirse
impresionados por el incesante flujo y reflujo que los lleva a trazar «una
relación sutil, una secreta armonía entre las mareas y la vida del hombre, de
los animales y las plantas. En la marea creciente ven ellos no sólo un símbolo,
sino una causa de exuberancia, de prosperidad y de vida, mientras que en la
marea menguante disciernen tanto una fuerza decreciente como un emblema
melancólico de decaimiento, debilidad y muerte».
La probable
y recóndita, primitiva pero instintiva verdad de tales percepciones, señaladas
por Filóstrato en los gaditanos antiguos, ha conservado acaso su poder en los
posteriores, no menos insulares ni oceánicos, y en los que cabe destacar
también cierta gracia, cierta fina rapidez emotiva y cierta afición a mezclarlo
(no a confundirlo) todo, que la gitanería del Puerto, y para escándalo de
mentalidades regladas y fijas, aplica a los vinos de la tierra.
Pues bien:
la última e inquieta ambición que acabamos de apuntar y que no quiere ni puede
renunciar a ninguno de los regustos y las variantes, más todos esos factores,
simultáneamente claros y complicados, a que también nos hemos referido, se
acumulan con palmaria evidencia en la manera que de crear o interpretar el
cante flamenco tienen los gaditanos, según en su momento avistaremos.
[…]
«El
primitivo cante flamenco se ha debido formar lentamente) siglos XVI al XVIII)
en las provincias de Sevilla y Cádiz», se ha escrito y no sin fundamento.
[…]
LOS
GITANOS
Por lo que se
refiere a los gitanos, con su llegada a España y, sobre todo, con su
establecimiento en ella y en Andalucía durante el siglo XVI y siguientes, se
inicia el fenómeno al que damos propiamente el nombre de «cante
flamenco». Los gitanos se enamoran y se posesionan rápidamente del folklore
andaluz, al cual imprimen un estilo y unas formas nuevas y del que hacen otra cosa: el flamenco –embrionario
aún-, en el que suman a sus propias melodías, ritmos y sentido de la música (de
remotísima procedencia hindú), todos o muchos de los acumulados, remanentes
materiales musicales andaluces y españoles.
EL FOLKLORE
Durante
todo el primer cuarto del siglo XX, la vida folklórica gaditana prolonga
brillantemente la mayor parte de sus riquezas decimonónicas. Se cierran algunos
cafés y centros de cante, pero nacen otros, como el de La Europa, que abría sus flamencas puertas en el corazón de la
ciudad, en plena plaza de las Flores; Los
Tres Reyes, entre Vea Muguía y Viudas…
[…]
Crecen ya por
Cádiz, en edad y en buen arte, «los tres grandes», que serán luego los máximos
representantes del neto estilo gaditano flamenco: Aurelio Sellé, Pericón de
Cádiz, Manolo Vargas. Las grandes sombras de Paquirri, de Curro Dulce, de
Fosforito, de Francisco la Perla y, sobre todo, de Enrique el «Mellizo» han
fijado ya unos cánones imperturbables, dentro de los cuales se moverá, tanto
desde el punto de vista de la sensibilidad como de la técnica, todo cante de Cádiz
que en verdad se precie de serlo.
[…]
Porque, hasta
cierto punto, puede hablarse de un determinado resurgir. Entendámonos: no es
posible ni deseable una vuelta a la «edad de oro» del flamenco, puesto que no es ya
Cádiz, por suerte, el Cádiz del Mellizo o del Paquirri, aquel Cádiz sugestivo y
miserable, romántico y desamparado; es cierto que a veces daríamos diez años de
vida porque cualquier «túnel del tiempo» nos devolviera una semana a sus
ambientes, nos colocara, como en un sueño vivido, entre las calles, las gentes,
los días y las noches del Cádiz que nuestra época se llevó. Pero también
estamos seguros de que bramaríamos y se nos caería el alma a pedazos ante el
fondo de olvidadas pobrezas, injusticias, desalientos y desesperaciones apenas
ocultas tras el primer encantador y superficial telón del Cádiz que se fue:
velas blancas y tracoma, manzanilla y grilletes, jipijapas y paro total, mucho
cante y hambre a espuertas. La gran época del flamenco coincide con aquélla
porque el gran flamenco es aquello, es
también todo aquello, toda aquella
suma de bello, trágico y máximo subdesarrollo, sentido, padecido y expresado a
su modo por el pueblo, en sus penas y hasta en sus alegrías. No puede, pues,
volver «la gran época», ni aspiramos a que vuelva; el resurgir de que hablaba
es más reducido. Pero tal vez suficiente.
[…]
Todos los
gaditanos y cualquiera de ellos deben, pues, de velar, aficionados o no, porque
no se rompa esa cadena de felices síntomas conducentes al restablecimiento de
una de las riquezas de su ciudad, verdadera «Florencia» o «Ávila» espiritual de una
de las artes más españolas, mimadas y admiradas, ayer y hoy, a nivel mundial:
el flamenco, cuya proyección artística y cultural cunde día a día en España y
fuera de España; el flamenco ya presente, de un modo u otro, en la música de
Rimsky Korsakov, Ravel, Falla y Toch, en la pintura de Picasso y Sergent, en la
pluma de Rilke, Dos Passos y García Lorca…
TIENTOS
Tú en una
piedra y yo en otra.
Ven acá y
siéntate aquí
tú en una
piedra y yo en otra,
pa
contarnos las duquelas
que las
mías no son pocas.
…
Si alguna
vé vas a Cadi,
Pasa po’r
barrio Santa María.
Verás los
gitanitos
Cómo se
bailan por alegrías.
Te quiero
yo
más que la
mare
que me
parió.
De cal y
canto y arena.
…
"Flamenco d´anza", con Ana González
Primer premio del concurso de cortos "el Populo en escena" 2008
"Soy una superficie en el mar
soy una bocanada de aire,
el aire que envuelve mi contoneo
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