http://www.milan2.es/asdeguia/AsDeGuia_Marques_Palacio.html
En una mañana
del mes de Febrero de 1810 tuve que salir de la Isla, donde estaba de
guarnición, para ir a Cádiz, obedeciendo a un aviso tan discreto como breve que
cierta dama tuvo la bondad de enviarme. El día era hermoso, claro y alegre cual
de Andalucía, y recorrí con otros compañeros, que hacia el mismo punto si no
con igual objeto caminaban, el largo istmo que sirve para que el continente no
tenga la desdicha de estar separado de Cádiz; examinamos al paso las obras
admirables de Torregorda[1],
la Cortadura[2]
y Puntales[3],
charlamos con los frailes y personas graves que trabajaban en las
fortificaciones; disputamos sobre si se percibían claramente o no las
posiciones de los franceses al otro lado de la bahía; echamos unas cañas en el
figón de Poenco, junto a la Puerta de Tierra[4],
y finalmente, nos separamos en la plaza de San Juan de Dios, para marchar cada
cual a su destino. Repito que era en Febrero, y aunque no puedo precisar el
día, sí afirmo que corrían los principios de dicho mes, pues aún estaba
calentita la famosa respuesta: «La ciudad de Cádiz, fiel a los principios que
ha jurado, no reconoce otro rey que al señor D. Femando VII. 6 de Febrero de
1810». […]
Desde
aquella noche no pude volver a Cádiz hasta la tarde del 28 de Mayo, formando
parte de las fuerzas que se enviaron para hacer los honores a la Regencia, que
al día siguiente debía instalarse en el palacio de la Aduana[5]. Esta
ceremonia de la instalación fue muy divertida y animada tanto el día 29 como el
30, por ser en este los de nuestro señor rey D. Fernando VII. Cuando estábamos
en la Puerta de Mar[6], haciendo la
guardia, oímos decir que en aquel mismo día se presentarían en Cádiz al pie de
cien coraceros a la antigua que querían ofrecer sus respetos al poder central.
Al punto que tal oí, acordeme del insigne don Pedro, y no dudé que él fuese
autor de la diversión que se nos preparaba.
Las
doce serían, cuando una gran turba de chicos desembocando por las calles del
Hondillo[7]
y de la Pañolería[8],
inundó la plaza de San Juan de Dios, anunciando que algo muy extraordinario y
divertido se aproximaba; y con efecto, tras el infantil escuadrón, que de mil
diversos modos y con variedad de chillidos manifestaba su regocijo, vierais
allí aparecer una falange de cien a caballo vestidos todos con el mismo traje
amarillo y rojo que yo había visto en las secas carnes del gran D. Pedro. Este
venía delante con faja de capitán general sobre el arlequinado traje, y tan
estirado, satisfecho y orgulloso, que no se cambiara por Godofredo de Bouillón
entrando triunfante en Jerusalén. […]
Llegaron a la Aduana, pidió permiso el que los mandaba para entrar a saludar a la Regencia,
se lo negamos, creyendo que los de la Junta no habrían perdido el juicio;
insistió D. Pedro, golpeando el suelo con el sable y profiriendo amenazas y
bravatas; entramos a notificar a los señores qué clase de estantiguas querían
colarse en el palacio del gobierno, y este al fin consintió en ser felicitado
por los caballeros a la antigua, temiendo despopularizarse si no lo hacía.
¡Debilidad propia de autoridades españolas![9]
[…]
Después, la
graciosa procesión recorrió las calles de Cádiz con grande alegría de todo el
pueblo, que se regocijaba con tal motivo extraordinariamente, sin decidirse por
eso a vestir a la antigua... ¡Tan grande era su buen sentido! Los balcones y
miradores se poblaban de damas, y en la calle la multitud seguía a los
cruzados. Sobre todo los chicos tuvieron un día felicísimo.
Benito
Pérez Galdós, Cádiz, (1874)
Ed. de
Pilar Esterán, Madrid, Cátedra, 2003, págs. 109-110 y 175-178.
Texto completo: http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/05811730811358839754480/index.htm
[1]
Torregorda: “Pasando
el fuerte de la Cortadura y a alguna distancia, siguiendo el arrecife se halla
la batería de Torregorda, que es un torreón redondo situado sobre una pequeña
eminencia”. Véase: Paseo, pág. 24.
[2]
La Cortadura: En el
camino entre Cádiz y la Isla de León, “como a otra media legua de la playa y en
medio del arrecife, se encuentra la Cortadura de San Fernando, llamada así por
hallarse situada cortando el camino, puesto que en pleamar el agua baña sus
murallas, no quedando otro paso que el que ella permite: es una batería corrida
con algunos salientes […] Fue edificada en 1808 cuando los ejércitos franceses
bajaron a Andalucía y se aprestó la ciudad para la defensa: los gaditanos […]
contribuyeron poderosamente a su construcción, ya por medio de donativos, ya
prestando el trabajo material de sus brazos para levantar sus murallas, personas
de todas clases y condiciones”, Paseo,
pág. 33. Véase también: Castro, Cádiz,
págs, 16-17, y Toreno, op. cit., pág.
245b.
[3]
Puntales: “En la
extremidad de una lengua de tierra por el lado de N. y como media legua de la
plaza, distando del arrecife unas 1.400 varas, se halla el muy nombrado
castillo de San Lorenzo del Puntal, que defiende la entrada de lo interior del
puerto y ofende la costa fronteriza […] Hasta la guerra de la Independencia se
cruzaban sus fuegos con los del de Matagorda y de Fort Luis, colocados en
frente por la parte del Trocadero, los cuales quedaron entonces destruidos y
así permanecen”. Véase: Paseo, págs.
32-33.
[4]
Cádiz tenía para su
ingreso y salida cinco puertas: la de Tierra, la de Mar, la de Sevilla, la de
San Carlos y la de la Caleta. La Puerta de Tierra era la única entrada que
tenía por tierra la población, y daba salida al barrio de San José Extramuros.
Por medio de este barrio corre el arrecife que va a San Fernando. Véase: Paseo, págs. 23-24. Alcalá Galiano, Recuerdos…, pág. 73ª, cuenta que las
inmediaciones de Puerta de Tierra han sido tradicionalmente un lugar de recreo
y fiesta en Cádiz por los muchos ventorrillos que allí se descubren.
[5]
La Regencia acordó
residir en Cádiz por ser punto más importante que la Isla de León. Véase:
Castro, Cádiz…, pág.23.
[6]
Puerta de Mar: Para
evitar confusión, por ser la de más tránsito, esta puerta estaba dividida en
dos, una para entrar y la otra para salir. Esta puerta daba salida al principal
muelle de la ciudad. Véase: Paseo,
págs. 22-26.
[7]
Calle del Hondillo: En
1855 tomó el nombre actual de calle del Marqués de Cádiz. Véase: Castro, Nombres, pág. 35, y Smith Somariba, Calles, págs. 219-221.
[8]
Calle de Pañolería: Es
la actual calle Nueva.
[9] Nada refiere Adolfo de
Castro, Cádiz…, pág.23, en relación
con estos supuestos escrúpulos iniciales manifestados por la Regencia. Más bien
al contrario, el Gobierno provisional expidió una real orden a fin de que el
general en jefe, don Joaquín Blake, se pusiese a disposición del estrafalario
marqués del Palacio y le facilitase cuantos hombres y caballos pidiese.
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