MERCADO, praderío matinal,
fiesta del aluminio y la tisana,
gloria de hielos escarchados
sobre la escama portentosa.
Sala de disección y colgaduras
donde la muerte incita al vocerío,
por donde se pregona el derrotado
fulgor de las agallas que aún palpitan.
Mercado de las flores, puesto rojo
con techumbre de lona y de paciencia,
mi primera aventura es alcanzarte
abierto como un párpado y oliente.
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−Vamos, vecinas, todas al mercado.
Todas: la de aturdido monedero
que va como una hormiga
o pájaro aleteando por las cifras,
la del octavo, la del cuarto y medio,
la de gandinga y aguardiente
por todo peso y tú que vas segura.
—Vamos, vecinas, al mercado
de las flores, a la gran plaza de la brisa,
a ver si el sol brilla en el torso
de la aguja, si luz y gelatina
disueltas ya chorrean por los mármoles.
Vamos, vamos, vecinas,
a escoger en la cesta los avíos,
hacia el olor del alga y el café,
al puesto de la guapa que entre aceites
deja hervir una reina en delantales.
Vamos, déjennos paso
que hay que elegir en plumas y mollejas
vida de cada día
y hemos de ser después repartidoras,
y sazonar las madrugadas
y elaborar embozos de ternura.
Vamos, vecinas, sobre el pan y el precio
aceptando la vida y sus monedas.
No se discuta más sobre las flores,
déjenle paso al tacto resignado
de la mano que escarba en los montones,
a la que no ha comprado
esa rosa que cuelga por tus mimbres,
a la que es sombra en la mercadería,
niebla del madrugar y nuestra estrella.
Vamos, sin que nos vea,
al puesto aquel de risas y manojos
que todo canta aquí con los pregones
y la dicha redonda se desborda.
Plaza de luz, mercado de las flores,
ruedo del paria, redondel sonoro,
alcancía de lluvias y trasiegos,
casa de los atunes y el alpiste,
pulpa de vegetales y estertores,
percha de la ternura degollada,
torno en el que la muerte diminuta
gira y se muestra entre relámpagos,
zona del grito que no asusta,
paso de florecidas galerías,
puertas al día abiertas
cuando la sombra escapa y el sol hace
del mar su gran milagro repetido.
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Pilar Paz Pasamar, Violencia inmóvil (1967), recogido en La alacena. Antología,
Ed. José Ramón Ripoll, Jerez, Arenal, 1986, págs. 83-85.
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