sábado, 12 de marzo de 2011

SEPTIEMBRE, por Felipe Benítez Reyes

Hombre con detector de metales y perro en una playa de Cádiz, JMN, 2006.

Con el brillo de un espejo enfermo
el mar, mientras el viento
hace rodar papeles, da vuelo a las arenas,
pone alas al agua, y una espuma verdosa
en la orilla resuena
con armonía ingrávida:
un vacío sonido de campanas al aire.

Alguien recoge conchas
y alguien busca metales
con un ingenio extraño que remeda
el canto enloquecido de los pájaros,
ese canto
de niño ahogado de las aves del mar.

En los muros de hoteles clausurados
los carteles festivos palidecen,
el oro de sus letras sin fulgor,
como un reloj perdido,
enterrado en la arena, yo no sé.

Alguien recoge conchas,
la quincalla del mar que adorna el cuello
de turistas de nieve.
Que adornará igualmente algún poema
que se llame "Septiembre" o "El final del verano":
Conchas que arrastra el mar,
como nos lleva el tiempo y nos desgasta,
entre las aguas frías.

Alguien remueve piedras,
¿qué busca?
La máquina
que detecta metales da una alarma:
una moneda, un anillo tal vez, alguna pieza
de barco náufrago, poco importa:
un elemento más en este decorado
escrito bajo el cielo de septiembre.
Un cielo de una luz desvanecida,
con algo de bujía difusa,
de pantalla de cine abandonado,
ya digo que no sé.

Y esos niños que juegan,
con transparencia de cadáveres del tiempo,
¿quiénes son?, ¿quiénes somos?
Un balón rueda lento por la arena
y en la arena un castillo
de niebla se levanta,
se derrumba de pronto
y al instante se yergue,
su edificio de humo en nuestras manos.

Alguien recoge conchas:
nosotros, fantasmas de esta tarde,
pálidos, como cera invisible del pasado.
Agita el viento un toldo
y agita nuestras sombras en un charco.
Un pez de plata muerta
ha llegado a la orilla,
envuelto entre las algas.

                                            -Venid,
sus ojos aún reflejan el espanto.

El buscador de metales
ha encontrado una pieza de valor:
una medalla, su oro sucio de sal.
En su reverso hay un nombre, una fecha.
                                                              Quizás
el nombre de cualquiera de nosotros,
la fecha de la muerte
del tiempo que era nuestro.

__________________________________________

                                                                                                 Felipe Benítez Reyes, "Septiembre", Sombras particulares (1988-1991), Trama de niebla, Barcelona, Tusquets, 2003, págs. 156-158.

No hay comentarios:

Publicar un comentario