Vista del faro de Trafalgar desde la playa, entre el palmar y zahora, Begoña Romero Frade, 2009.
Sobre Manuel José Quintana, http://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Jos%C3%A9_QuintanaSobre la batalla de Trafalgar, http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Trafalgar
| No da con fácil mano | |
| el destino a los héroes y naciones | |
| gloria y poder: la triunfadora Roma, | |
| aquélla a cuyo imperio | |
| se rindió en silenciosa servidumbre | |
| obediente y postrado un hemisferio, | |
| ¡cuántas veces gimió rota y vencida | |
| antes de alzarse a tan excelsa cumbre! | |
| Vedla ante Aníbal sostenerse apenas | |
| sangre itálica inunda las arenas | |
| del Tresin, Trebia y Trasimeno ondoso; | |
| y las madres romanas, | |
| como infausto cometa y espantoso, | |
| ven acercarse al vencedor de Canas. | |
| ¿Quién le arrojó de allí? ¿Quién hacia el solio | |
| que Dido fundó un tiempo, sacudía | |
| la nube que amagaba al Capitolio? | |
| ¿Quién con funesto estrago | |
| en los campos de Zama el cetro rompe | |
| con que leyes dio al mar la gran Cartago? | |
| La constancia: ella sola es el escudo | |
| donde el cuchillo agudo | |
| la adversidad embota; ella convierte | |
| en deleite el dolor, la ruina en gloria; | |
| ella fija el dudoso torbellino | |
| de la fortuna, y manda la victoria | |
| para el pueblo magnánimo: no hay suerte. | |
| ¡Oh España! ¡Oh patria! El luto que te cubre | |
| muestre en tan grave afán tu amarga pena; | |
| pero espera también, y con sublime | |
| frente, de vil abatimiento ajena, | |
| la alta Gades contempla y sus murallas | |
| besadas por las olas, | |
| que asombradas aún y enrojecidas | |
| tiéndense allí por las sonantes playas, | |
| cantando las hazañas españolas. | |
| Se alzó el bretón en el soberbio alcázar | |
| que corona su indómito navío, | |
| y ufano con su g1oria y poderío, | |
| «Allí están, exclamó; volved los ojos, | |
| compañeros, al1í: nuevos despojos | |
| va vuestra invicta mano | |
| ya a conseguir en los endebles pinos | |
| que España apresta a su defensa en vano. | |
| Libre de esclavitud no sea ninguno: | |
| hijos somos nosotros de Neptuno, | |
| ¿y ellos osan surcar el Océano? | |
| Acordaos de Abukir: sólo un momento | |
| ¡Llegar, vencer y devorarlo sea! | |
| Dadme este triunfo, y de laurel ceñido | |
| que el opulento Támesis me vea.» | |
| Dijo; y tiende la vela: ellos le siguen | |
| abriendo el mar con sus nadantes proras | |
| del viento y de las ondas vencedoras; | |
| mientras que firme el español los mira, | |
| y despreciando su arrogancia fiera, | |
| el noble pecho palpitando en ira, | |
| con impávida frente los espera, | |
| ¡Ira justa! ¡Ardor santo! Esos crueles, | |
| bajo las alas de la paz seguros. | |
| Son los que nuestra sangre derramaron | |
| por vil codicia, a la amistad perjuros; | |
| esos los que a perpetua tiranía | |
| condenaron el mar, los que hermanaron | |
| del poder la insolencia y la soberbia | |
| con la rapacidad y alevosía; | |
| esos... La noche con su negro manto | |
| envuelve el mundo: sombras espantosas | |
| en torno de los mástiles vagando, | |
| estragos, muerte anuncian, y acrecientan | |
| la pavorosa espectación; el día | |
| abre el campo al furor, y horrendo Marte | |
| con clamores de guerra hinche la esfera | |
| y levanta en los aires su estandarte. | |
| Responde a esta señal el hueco bronce, | |
| con mortal estampido el eco truena, | |
| y por el mar llevándose bramando, | |
| hasta en las costas de África resuena. | |
| Vuelan, movidas de rencor, las naves | |
| con naves a encontrar: menos violentas | |
| despide el polo austral sierras de hielo, | |
| que con su mole inmensa y resonante | |
| por las fáciles ondas se deslizan, | |
| y al audaz navegante atemorizan | |
| ni con estruendo igual turban el cielo | |
| las negras tempestades, | |
| cuando por Bóreas y Euro embravecidas, | |
| a su furiosa guerra y duro encuentro | |
| hacen del orbe estremecerse el centro. | |
| Tres veces fiero el insular se avanza, | |
| creyendo en su pujanza | |
| romper de nuestra escuadra el fuerte muro; | |
| tres veces rechazado | |
| por el hispano esfuerzo, ya dudosa | |
| ve la victoria que esperó seguro. | |
| ¿Quién su despecho pintará y su saña | |
| cuando aquel pabellón, antes tan fiero, | |
| miró invencible al pabellón de España? | |
| No hay saber, no hay valor, solo ya fía | |
| su fortuna al poder: dobla sus naves | |
| y las redobla, en desigual pelea, | |
| de popa a proa, en uno y otro lado | |
| cada español navío | |
| de mil rayos y mil es contrastado; | |
| y él, con igual aliento | |
| que recibe la muerte, así la envía. | |
| No: si cien voces yo, si lenguas ciento | |
| me diese el cielo, a numerar bastara | |
| las ínclitas hazañas de aquel día: | |
| el humo al sol se las robaba entonces; | |
| pero la fama las dirá en su trompa, | |
| las artes en sus mármoles y bronces. | |
| Llega el momento en fin, tiende la muerte | |
| su mano horrible y pálida, y señala | |
| víctimas grandes: el valiente Alcedo, | |
| Castaños, Móyua, intrépidos perecen | |
| vosotros dos también, honor eterno | |
| de Bética y Guipúzcoa(2)... ¡Ah, si el destino | |
| supiese perdonar! ¿Cómo a aplacarte | |
| la oliva no bastó que unió Minerva | |
| a los lauros de Marte en vuestra frente? | |
| ¿Qué a vuestra ilustre indagadora mente | |
| pudo ocultar el mundo o las estrellas? | |
| De vuestras sabias huellas | |
| llenos están de América los mares, | |
| las Cícladas lo están; viuda la patria | |
| de tantos héroes que enlutada llora, | |
| pide a su corazón lágrimas nuevas | |
| que a vuestro acerbo fin derrame ahora. | |
| ¡Ah! ¡Vivierais los dos! Y en vez de llanto, | |
| del dolorido canto | |
| que mi fúnebre acento hoyos consagra, | |
| pudiera yo contraponer el pecho | |
| al golpe atroz y recibir la herida. | |
| Diera a la patria así mi inútil vida, | |
| ¡Y vivierais los dos! Y ella orgullosa | |
| con vuestra luz y espíritu valiente, | |
| al arduo porvenir hiciera frente, | |
| de rayos coronado y victoriosa. | |
| No, empero, sin venganza y sin estrago, | |
| generoso escuadrón, allí caíste | |
| también brotando a ríos | |
| la sangre inglesa inunda sus navíos; | |
| también Albión pasmada | |
| los montes de cadáveres contempla, | |
| horrendo peso a su soberbia armada; | |
| también Nelson allí... Terrible sombra, | |
| no esperes, no, cuando mi voz te nombra, | |
| que vil insulte a tu postrer suspiro: | |
| inglés te aborrecí, y héroe te admiro. | |
| ¡Oh golpe! ¡Oh suerte! El Támesis aguarda | |
| de las naves cautivas | |
| el confuso tropel, y ya en idea | |
| goza el aplauso y los sonoros vivas | |
| que al vencedor se dan. ¡Oh suerte! El puerto | |
| solo le verá entrar pálido y yerto: | |
| ejemplo grande a la arrogancia humana, | |
| digno holocausto a la aflicción hispana | |
| así el furor de Marte | |
| impele el brazo de la parca, y siega | |
| vidas sin fin: lanzado por la rabia | |
| cunde el fuego voraz, las tablas arden, | |
| un volcán encendido | |
| es cada bosque, por los aires vagos | |
| se alza y retumba el hórrido estallido, | |
| y los sepulta el mar. ¿Hay más estragos? | |
| Sí; que el cielo, ominoso a tal porfía, | |
| manda a los aquilones inclementes | |
| separar los feroces combatientes | |
| y en borrascosa noche hundir el día. | |
| Lo manda; ellos crueles, | |
| azotando las ondas con sus alas, | |
| se arrojan a los míseros bajeles. | |
| Al nuevo asalto, al sin igual combate | |
| fallece el árbol trémulo y se abate; | |
| hiéndese la armazón, el Océano | |
| por el roto entrepuente entra bramando; | |
| y moribundo el español exclama: | |
| «¡Ah! Pereciese yo, pero lidiando.» | |
| En tan atroz conflicto | |
| allá en las nubes la gloriosa frente | |
| asomaban los fuertes campeones | |
| que armados del tridente y del acero | |
| al pabellón ibero | |
| hicieron humillarse las naciones. | |
| Lauria y Tovar se vían, | |
| Avilés y Bazán, que, saludando | |
| a los héroes de Hesperia que morían, | |
| «Venid entre nosotros, les decían; | |
| venid entre los bravos que imitasteis. | |
| Ya el premio hermoso del valor ganasteis | |
| ya a vuestro ejemplo de constancia armada, | |
| España, concitando sus guerreros, | |
| magnánima se apresta a nuevas lides. | |
| Volved la vista a la ciudad de Alcides, | |
| Gravina, Escaño, y Álava, y Cisneros, | |
| y otros ciento allí están, firme columna, | |
| dulce esperanza a nuestro patrio suelo. | |
| Venid, volad al cielo, | |
| y sed astros de esfuerzo y de fortuna.» | |
| (1805) ___________________________________ Manuel José Quintana (1772-1857), "Al combate de Trafalgar", Poesías patrióticas (1808) , |

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