jueves, 3 de febrero de 2011

CÁDIZ A LO LEJOS en OCNOS, de Luis Cernuda

La playa, Juan Antonio Guerrero


EL MAR
Al atardecer, en verano, iba el tren hacia la costa atlántica del sur. El departamento estaba ya en penumbra, y por la ventanilla corría un paisaje de chumberas y olivos, bajo un cielo de verdoso azul, que como metal ardiente al enfriarse, sólo una roja lúnula traslucía allá en el horizonte.
Subía el tren un repecho, torcía luego en pronun­ciada curva. De pronto apareció el mar abajo, en la hondonada, y sobre el mar una estrecha faja de tierra en cuyo extremo se alzaba una ciudad: minuciosa profu­sión blanca de torrecillas, de terrazas, cercada por el agua. ¿Era la ciudad sumergida de la leyenda brotando a aquella hora silenciosa del seno marino? ¿Era un copo de ninfea abierto al beso del aire crepuscular? El mar estaba de un azul oscuro y profundo, y todo aparecía quieto, como si el tiempo quisiera detenerse en un encanto sin fin.
La noche había cerrado al llegar el tren al pueblo costero, y apenas si se vislumbraban sus torcidos paredones, hileras de casuchas blancas y parejas de enamorados, bien juntos los dos cuchicheando en el quicio de la puerta, a la luz verdosa del gas que salía de los patios. Callejas en pendiente llevaban a plazuelas silenciosas, y tras ellas, al fin cercano en olor denso y amargo, brotó su rumor hondo, largo, extraño, como el de unas alas inmensas que chocaran en vuelo impotente.
Al pie del murallón los pasos se hundían ya en la arena, y por el aire negro, tal vagos fantasmas, surgie­ron las velas de las barcas pesqueras. Allí estaba él: en lo oscuro, un lamento de gozo o de pena; una voz insomne llamando nadie sabe qué o quién en la vaste­dad sin nombre de la noche.

                    Luis Cernuda (1902-1963), “El mar”, Ocnos (1942), Poesía completa, Ed. Derek Harris y Luis Maristany, Madrid, Siruela, 1999, págs. 585-586.
___________________________________________________
Es una colaboración de Nerea Galán Fernández

No hay comentarios:

Publicar un comentario