jueves, 19 de enero de 2012

La Regencia se instala en el palacio de la Aduana, en CÁDIZ de Benito Pérez Galdós



 http://www.milan2.es/asdeguia/AsDeGuia_Marques_Palacio.html


En una mañana del mes de Febrero de 1810 tuve que salir de la Isla, donde estaba de guarnición, para ir a Cádiz, obedeciendo a un aviso tan discreto como breve que cierta dama tuvo la bondad de enviarme. El día era hermoso, claro y alegre cual de Andalucía, y recorrí con otros compañeros, que hacia el mismo punto si no con igual objeto caminaban, el largo istmo que sirve para que el continente no tenga la desdicha de estar separado de Cádiz; examinamos al paso las obras admirables de Torregorda[1], la Cortadura[2] y Puntales[3], charlamos con los frailes y personas graves que trabajaban en las fortificaciones; disputamos sobre si se percibían claramente o no las posiciones de los franceses al otro lado de la bahía; echamos unas cañas en el figón de Poenco, junto a la Puerta de Tierra[4], y finalmente, nos separamos en la plaza de San Juan de Dios, para marchar cada cual a su destino. Repito que era en Febrero, y aunque no puedo precisar el día, sí afirmo que corrían los principios de dicho mes, pues aún estaba calentita la famosa respuesta: «La ciudad de Cádiz, fiel a los principios que ha jurado, no reconoce otro rey que al señor D. Femando VII. 6 de Febrero de 1810». […]

Desde aquella noche no pude volver a Cádiz hasta la tarde del 28 de Mayo, formando parte de las fuerzas que se enviaron para hacer los honores a la Regencia, que al día siguiente debía instalarse en el palacio de la Aduana[5]. Esta ceremonia de la instalación fue muy divertida y animada tanto el día 29 como el 30, por ser en este los de nuestro señor rey D. Fernando VII. Cuando estábamos en la Puerta de Mar[6], haciendo la guardia, oímos decir que en aquel mismo día se presentarían en Cádiz al pie de cien coraceros a la antigua que querían ofrecer sus respetos al poder central. Al punto que tal oí, acordeme del insigne don Pedro, y no dudé que él fuese autor de la diversión que se nos preparaba.
Las doce serían, cuando una gran turba de chicos desembocando por las calles del Hondillo[7] y de la Pañolería[8], inundó la plaza de San Juan de Dios, anunciando que algo muy extraordinario y divertido se aproximaba; y con efecto, tras el infantil escuadrón, que de mil diversos modos y con variedad de chillidos manifestaba su regocijo, vierais allí aparecer una falange de cien a caballo vestidos todos con el mismo traje amarillo y rojo que yo había visto en las secas carnes del gran D. Pedro. Este venía delante con faja de capitán general sobre el arlequinado traje, y tan estirado, satisfecho y orgulloso, que no se cambiara por Godofredo de Bouillón entrando triunfante en Jerusalén. […]
Llegaron a la Aduana, pidió permiso el que los mandaba para entrar a saludar a la Regencia, se lo negamos, creyendo que los de la Junta no habrían perdido el juicio; insistió D. Pedro, golpeando el suelo con el sable y profiriendo amenazas y bravatas; entramos a notificar a los señores qué clase de estantiguas querían colarse en el palacio del gobierno, y este al fin consintió en ser felicitado por los caballeros a la antigua, temiendo despopularizarse si no lo hacía. ¡Debilidad propia de autoridades españolas![9] […]
Después, la graciosa procesión recorrió las calles de Cádiz con grande alegría de todo el pueblo, que se regocijaba con tal motivo extraordinariamente, sin decidirse por eso a vestir a la antigua... ¡Tan grande era su buen sentido! Los balcones y miradores se poblaban de damas, y en la calle la multitud seguía a los cruzados. Sobre todo los chicos tuvieron un día felicísimo.
Benito Pérez Galdós, Cádiz, (1874)
Ed. de Pilar Esterán, Madrid, Cátedra, 2003, págs. 109-110 y 175-178.



[1] Torregorda: “Pasando el fuerte de la Cortadura y a alguna distancia, siguiendo el arrecife se halla la batería de Torregorda, que es un torreón redondo situado sobre una pequeña eminencia”. Véase: Paseo, pág. 24.
[2] La Cortadura: En el camino entre Cádiz y la Isla de León, “como a otra media legua de la playa y en medio del arrecife, se encuentra la Cortadura de San Fernando, llamada así por hallarse situada cortando el camino, puesto que en pleamar el agua baña sus murallas, no quedando otro paso que el que ella permite: es una batería corrida con algunos salientes […] Fue edificada en 1808 cuando los ejércitos franceses bajaron a Andalucía y se aprestó la ciudad para la defensa: los gaditanos […] contribuyeron poderosamente a su construcción, ya por medio de donativos, ya prestando el trabajo material de sus brazos para levantar sus murallas, personas de todas clases y condiciones”, Paseo, pág. 33. Véase también: Castro, Cádiz, págs, 16-17, y Toreno, op. cit., pág. 245b.
[3] Puntales: “En la extremidad de una lengua de tierra por el lado de N. y como media legua de la plaza, distando del arrecife unas 1.400 varas, se halla el muy nombrado castillo de San Lorenzo del Puntal, que defiende la entrada de lo interior del puerto y ofende la costa fronteriza […] Hasta la guerra de la Independencia se cruzaban sus fuegos con los del de Matagorda y de Fort Luis, colocados en frente por la parte del Trocadero, los cuales quedaron entonces destruidos y así permanecen”. Véase: Paseo, págs. 32-33.
[4] Cádiz tenía para su ingreso y salida cinco puertas: la de Tierra, la de Mar, la de Sevilla, la de San Carlos y la de la Caleta. La Puerta de Tierra era la única entrada que tenía por tierra la población, y daba salida al barrio de San José Extramuros. Por medio de este barrio corre el arrecife que va a San Fernando. Véase: Paseo, págs. 23-24. Alcalá Galiano, Recuerdos…, pág. 73ª, cuenta que las inmediaciones de Puerta de Tierra han sido tradicionalmente un lugar de recreo y fiesta en Cádiz por los muchos ventorrillos que allí se descubren.
[5] La Regencia acordó residir en Cádiz por ser punto más importante que la Isla de León. Véase: Castro, Cádiz…, pág.23.
[6] Puerta de Mar: Para evitar confusión, por ser la de más tránsito, esta puerta estaba dividida en dos, una para entrar y la otra para salir. Esta puerta daba salida al principal muelle de la ciudad. Véase: Paseo, págs. 22-26.
[7] Calle del Hondillo: En 1855 tomó el nombre actual de calle del Marqués de Cádiz. Véase: Castro, Nombres, pág. 35, y Smith Somariba, Calles, págs. 219-221.
[8] Calle de Pañolería: Es la actual calle Nueva.
[9] Nada refiere Adolfo de Castro, Cádiz…, pág.23, en relación con estos supuestos escrúpulos iniciales manifestados por la Regencia. Más bien al contrario, el Gobierno provisional expidió una real orden a fin de que el general en jefe, don Joaquín Blake, se pusiese a disposición del estrafalario marqués del Palacio y le facilitase cuantos hombres y caballos pidiese.


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