Lux, lucis... (Patio con montera en la calle Valverde de Cádiz), Julio González, 2007.
1
Floreado balcón, abierta ventana al infinito, abril
inmarcesible, blanquísimo aguijón en el atlántico
corazón clavado, copo
de cal y piedra y sol, trimilenario, donde
te hallo –para
siempre- a Ti y al mar.
El 18 de Noviembre de 1969
Cuando yo me muera
tiradme a la Bahía
y amadme para siempre.
2
Un borrico a la vera de la grácil chumbera,
del retorcido olivo, de la encina nudosa,
de un sendero de guijos y de grises arenas;
un recuerdo de infancia, así, de improviso; te
digo:
pasan sombras radiantes, cabe el mar y los pinos:
se
me ha hecho Dios un nudo en la garganta: ya
que no puedo ser niño.
Fue mi infancia un sueño de un balcón a una calle
donde hombres oscuros golpeaban las puertas y
mujeres presurosas iban a misa de nueve
mirándome de reojo y
extraños pregoneros chillaban y
un mendigo profeta –al verme- gesticulaba, loco.
Había muchos libros en mi habitación, un Cristo
de madera, y mucho amor tirado generosamente
a mis pies, sin que yo supiera que para levantar mi
hombre
bastaba con un suspiro de una mujer cualquiera.
3
Impasibilidad
triunfal de tu omnisciencia
señera, Bahía.
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Fernando de Benito, "Cádiz", La cuarta dimensión (Cádiz, 1972), en Las doce de la cal, antología, Ed. de Dolors Alberola, Cádiz, Diputación, 2002, págs. 89-91.
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