Panorámica del puerto de Cádiz durante la Gran Regata de 2006, Kiko
ODA NÁUTICA A CÁDIZ
Cádiz, la de las torres como jarcias
y los barcos bicornes de dos palos,
ciervos del mar, del monte,
de la espuma salobre y del viento salado,
mensajero del sol, verde cartero,
corresponsal y, al fin, destinatario,
a orillas de la mar, adelgazada,
cristalizada en tu perfil delgado,
con babor y estribor en tus jardines,
con esbeltas palmeras navegando
en un piélago azul de mar y cielo,
de algas y de amarillos jaramagos…
Esa eres tú, tres veces milenaria
en tu solar mil veces milenario,
ciudad de las atlánticas columnas
del más allá ignorado
que Hércules levantó sobre tu orilla
como final terráqueo…
Tú gozas, tripulada por tu gente,
al socaire del sol, sofoco y vaho,
la emanación salina en tus marismas,
la evaporada lumbre de tus caños
y entre el velamen de las frescas auras,
tus cuadernas, tus gálibos,
con medusas, claveles y jazmines,
moluscos, anclas, nardos,
sentinas, miradores y azoteas,
escotillas, amuras y altozanos,
la colonia floral de los vergeles,
la colonia marina del crustáceo
en la arena y la piedra, en la escollera,
y en la luz y las fuentes de tus patios…
En el frágil biciclo de los aires,
transparente y floral, deshojas radios
de niquelados pétalos de brisas
que escala el surtidor pedaleando,
humedeciendo, a contraluz del prisma,
el arpegio amarillo del canario.
Jaulas solares son tus nubes nómadas
que trashuman los pájaros
sobre jarifas aves coloniales,
loros y papagayos,
periquitos nativos de las selvas
del mundo vegetal más complicado,
la parlanchina lengua de un plumaje
que habla de lo divino y de lo humano.
Como esbeltas jirafas, tus palmeras
están al sol rumiando
un espejismo árabe en las torres
de Rota, de Chiclana y San Fernando,
mientras galopa el viento en la bahía
a uña de caballo.
Adriano del Valle, Oda náutica a Cádiz (1957).
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