domingo, 17 de marzo de 2013

Cádiz, una ciudad abierta al mar, abierta al mundo, abierta a los Erasmus


Nada mejor que comenzar esta entrada cediendo la palabra a nuestros Erasmus...


ERASMUS EN CÁDIZ
Eráhmu en Cai


Decía el gran humanista holandés Erasmo de Rotterdam que para educar verdaderamente a una persona, es necesario que viaje. Por eso la Unión Europea escogió su nombre como emblema del espíritu de "Erasmus", un plan de acción de la Comunidad Europea para la movilidad de estudiantes universitarios, que les permite realizar una parte de sus estudios en un país extranjero.


Viajar para estudiar es lo que ya hacen unos 2.000 estudiantes y profesores de enseñanza superior. Erasmus no sólo es para la Unión Europea sino también para países como Turquía o Noruega. Seas croata, español o islandés, puedes adquirir una experiencia internacional con los requisitos previos siguientes: tener aprobados 60 créditos ECTS, un nivel de lengua suficiente y estar dispuesto a firmar cien mil papeles. 

Como Andalucía tiene buen clima y fama de cultura alegre, muchos Erasmus eligen este "destino de ensueño", y en la costa suroeste andaluza está la ciudad de Cádiz. Cádiz tiene playa, historia, carnaval y es preciosa. Este año, unos 700 Erasmus –en su mayoría franceses, alemanes e italianos– la han elegido. 

Cádiz - Ciudades para el siglo XXI - RTVE 

Es muy probable que llegues a esta "Tierra Prometida" entre julio y septiembre. Creerás que estás viviendo en un sueño: mientras tu familia estará preparándose para el invierno sacando la manta, los calcetines y los guantes, tú estarás echándote crema para proteger tu delicada piel de los potentes rayos del sol andaluz. Ya te darás cuenta de lo fácil que es ir de un sitio a otro en Cádiz: hace buen tiempo, la gente va andando y está alegre. Alquilar piso puede resultar tanto un juego de niños como una pesadez: lo podrás conseguir gracias a la Oficina de alojamiento, el boca a boca o Internet y su bendito www.milanuncios.com. Si compartes piso con gaditanos – ya sean capitalinos, benalupenses o conileños– harás gimnasia de oído y aprenderás rápidamente a cocinar con aceite de oliva y a aliñar el gazpacho probándolo a cada minuto hasta que esté "mu rico". 
Vivir en una residencia es más difícil de lo que parece: guisar entre costumbres cosmopolitas con los rusos que no saben sacar la basura, tener turno para la lavadora –un milagro– y acostumbrarse a poner dinero para café aunque nunca haya café no es algo que le guste a todo el mundo. Allí hace falta compartirlo todo y será el agobio de mil cosas nuevas. Pasarás de la soledad a la euforia entre estas nuevas caras que hablan todos los idiomas imaginables: ¡bienvenido, ya estás en el mundo Erasmus!
Una vez acostumbrado a lo gaditano, todo te parecerá más fácil: comprar al frutero de la esquina chirimoyas o kakis –frutas exóticas desconocidas hasta ahora–, sacar fotos de flores increíbles –que ya intentaste cultivar sin suerte en tu frío país y mandárselas a tu familia o en las redes sociales para dar envidia al resto de tu lista de contactos que está probablemente conectada a Internet frente a un fuego de chimenea. Estrenarás muy pronto tus botas de lunares porque aunque lo ignorabas, también llueve en Cádiz. Te regalarás uno de estos paraguas irrompibles con varillas de acero y mango de hormigón después de que el viento gaditano te haya roto cuatro o cinco veces el tuyo. Además, podrás volver a la infancia chapoteando en los charcos más grandes del mundo gracias a tus enormes botas de caucho. Te sorprenderás a ti mismo al escucharte saludar a la vecina que acabas de conocer soltándole un: "Hola, ¿qué paza?", como si fueras de la Sierra de Cádiz de toda la vida. Luego la vecina te contará con pelos y señales lo que ha comprado y lo que va a cocinar y te dirá "Ven a comer a caza, hijo" –algo impensable al menos para un francés. Puede ser que escuches alguna vez desde tu ventana a la hora de estudiar la delicada melodía de los altavoces del camión del frutero chillando: "Treh melone doh heuro, qué barbaridá, señora, melone durse como el caramelo, regalao, regalao, regalao". Y cuando creas que se está cayendo el mundo, no temas, sólo es el butanero que te está esperando para cambiar la bombona.
En la facultad, escucharás con tranquilidad a unos pocos profesores decir que cada año es lo mismo, que los extranjeros están aquí de vacaciones. Con los otros, aprenderás tres veces más que en tu país de origen porque además de asimilar el idioma, tendrás que acumular una tonelada de información y, de paso, intentar pillar los chistes que te cuelan. 
Ojo al dato: puedes hacer unos viajes fantásticos por una ganga. Este milagro lo hace la Erasmus Student Network (ESN), una asociación de estudiantes voluntarios de la UCA que ayuda mucho a los estudiantes extranjeros cada año. Te puedes ir a Lisboa por sólo 85€ y están incluidos: 2 noches en hostal con desayuno, fiestas, una cena en un restaurante, las visitas del centro histórico de Mérida, del Castelo de Sao Jorge, de la Torre de Belem y mucho más. La ESN también te ofrece sudaderas y camisetas de la UCA y cubatas tirados de precio, así como fiestas temáticas de disfraces (Black and white party, Christmas dinner and party…). Estos jóvenes organizan cada semana el "Tándem", encuentros entre estudiantes para practicar cualquier otro idioma que no sea el español.

Si eres italiano, estarás orgulloso de enseñar a los demás a hacer espaguetis y si eres francés, de iniciarles en la degustación de todos los quesos del mundo; y también te gustará aprender a preparar una buena tortilla española de patatas. Te encantará juntarte con otros Erasmus de tu país con quienes te irás de fiesta porque, sí, hay que reconocerlo, el Erasmus vive en la fiesta. Y después de todo "cuando uno está de Erasmus, hay que adaptarse al ambiente del país". Pero en realidad, la mayoría de los que salen de fiesta no son españoles sino estudiantes extranjeros. Los bares y las discotecas son verdaderos "imanes de Erasmus". A la hora de comer, te convertirás en un experto del tapeo en la Isleta –pequeño bar en el barrio de la Viña donde reina el barullo y la alegría–, dormirás la siesta como un español profesional y luego, irás al Nahu para empezar bien la noche. Después de varios cubatas, bailarás en tu discoteca favorita de la Punta y si tienes enchufe, podrás entrar gratis con la pulsera Imagina. Si trabajas en un bar de copas, aparte de ganar un dinero, tendrás un palco de lujo para el carnaval: podrás ponerle una copa a la reina de Inglaterra o a una caja de Paracetamol. Y encima este año tienes potra: los Hinchapelotas cantan especialmente para ti Los Erasmus poco, y parió la abuela, la verídica historia de tu vida loca (búscala en Youtube).

Grupo Plisson con los Hinchapelotas

Tenemos fama de vagos y fiesteros pero también hay que tener en cuenta que contribuimos a la multiculturalidad del sitio y a enriquecer la economía local en estos momentos de crisis.
Sin embargo, la experiencia Erasmus también tiene puntos negativos, como el problema de los estudiantes que sólo se relacionan con personas de su misma nacionalidad. Gastar dinero un año sin aprender el idioma es un desperdicio. Hablando ya en serio: el 97% de la población europea opina que la beca Erasmus es una oportunidad para ofrecerse un año sabático, nadar en una pecera de chupitos, tomar el sol siempre que se pueda y apuntarse a clases de flamenco. En resumen: estar "a gustito". Ahora bien, hace falta aclarar que los Erasmus no son todos iguales. 
A principio de curso, te sorprenderá mucho el carácter de los andaluces. Con la sonrisa permanente, los ojos risueños, esta manera de vivir con soltura, una risa permanente y un gran corazón. El acento andalú te resultará cada vez más fácil y puedes terminar siendo un verdadero "Eráhmu en Cai". Quizás serás ese Erasmus camaleónico que vaga por las calles escuchando este bonito acento que resuena por todos los lados. Te caerán muy bien los andaluces. Ay, los andaluces. Ay, el amor. Este tema te convertirá probablemente en un verdadero "Erosmus" u "Orgasmus", algo casi inevitable en este ambiente de fiesta, alegría y embriaguez. 

Quizá al final te quedes aquí a vivir como ya lo hicieron otros antes. Pero todo lo bueno se acaba. Luego viene la etapa "Síndrome Post-Erasmus" al tener que volver a tu país. 

En dos palabras, Erasmus es vivir el momento con intensidad y exprimir cada segundo al máximo. 
De todas formas, cuando uno se marcha de Cádiz, siempre vuelve algún día.

Un reportaje de Sarah Plisson, Marina Fauche, Esra Guney y Valentina Tonti.
Publicado en el Diario de Cádiz.



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