martes, 19 de abril de 2011

CIUDAD DEL SUR, por Antonio Colinas

 ´


Mas siempre en la caverna de los siglos más negros
se ha enquistado la luz, el placer armonioso.
Al fondo de los páramos místicos, hacia el sur,
brilla toda la vida, el verdor de Al-Ándalus.
Yo entreví el paraíso sonámbulo de entonces,
el espíritu libre, en jardines sonoros.
En las fuentes secretas, remansadas, el agua
reflejaba los cielos: la verdad transparente.
Cual Narciso embebido caí en el estanque
de las tardes intensas entre el río y la sierra,
mareado en las florestas por aromas, por trinos,
herido en esa noche musical de unos ojos.
Hasta el dolor estaba como purificado,
pues no pesaba el cuerpo en los cañaverales,
suspendido en un aura hechizada, lunar,
que amansaba la vega, cada nervio del mundo.
En un nocturno, allí, fui iniciado por alguien
que fundió los dos sueños belicosos, contrarios,
con que llegué a esta vida; como fluido de música,
encauzó en mí dos fuerzas hacia un mismo caudal.
Revelación urdida, poco a poco, en crepúsculos
entre encinas y pinos, en ramos que pendían
por el peso colmado, moribundo, del fruto,
tal la vida de un hombre: madurez sentenciada.
Nada más el perfume del azahar y, a lo lejos,
en la urbe tumefacta, tras la fiebre de cobre
de sus muros, oír y ver cómo ascendía
la voz del almuecín, la palabra de Dios.


_____________________________________________

Antonio Colinas, canto XIX, Noche más allá de la noche (1985), recogido en En la luz respirada, Ed. de José Enrique Martínez Fernández, Madrid, Cátedra, 2004, pág. 219.

No hay comentarios:

Publicar un comentario