Cabeza de mujer. Arte romano. Museo Arqueológico de Jerez de la Fra.
A CATULO DE VERONA
Como solías apostrofar a Maruchino
por haberse llevado la servilleta en aquel banquete
y amenazabas con devolverle en versos difamatorios
un acto de inigualable deslealtad y falta de elegancia.
Así, cuando llorabas por tu pañuelo enjuagador
regalo de un amigo
llorabas el desdén de Lesbia, los oscuros
llorabas el desdén de Lesbia, los oscuros
ojos de Lesbia que a su vez lloraba
la muerte de su tierno pajarillo...
(A ti el canario te importaba poco,
sí los ojos de ella).
Reías con Colinia cuando intentaba loca
Reías con Colinia cuando intentaba loca
saltar el largo puente
y deseaste, impuro, que el necio se hundiera de cabeza
y deseaste, impuro, que el necio se hundiera de cabeza
pues robaba tu amor y te dejaba a solas.
A Venucio besaste en el cuello.
Te proclamaste amigo de más de mil y uno.
A Venucio besaste en el cuello.
Te proclamaste amigo de más de mil y uno.
Fuiste tan buen poeta que quedaste por siempre
y reímos, y lloramos contigo,
ya ves: como si fuese desde toda la vida,
Catulo de Verona,
hoy en Cádiz.
hoy en Cádiz.
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Pilar Paz Pasamar, “A Catulo de Verona”, La Torre de Babel y otros asuntos, Cádiz, Colección Torre Tavira nº 1, 1982, pág. 49.
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