lunes, 29 de noviembre de 2010

EL SUAVE SUR, por Emeline Stuart-Wortley




[…]



Los españoles parecen sentir una gran admiración por Cádiz. En algunos de sus libros lo comparan a un palacio de plata colgado sobre el mar y “primorosamente afiligranado”. También dicen que, visto de otras perspectivas y a causa de sus torres blancas, altas y esbeltas, las azoteas de sus casas y las cúpulas de sus gráciles templos, semejan un gran navío de alabastro o marfil, que brilla esplendoroso y se eleva flotando en medio de un mar azul. Las cúpulas y los templos supongo yo que quieren representar, de manera bastante imperfecta, claro, las velas blancas tensas por el viento. Aunque después de todo no hay tanta exageración (ponderación) en esta descripción como podría haber sido el caso, teniendo en cuenta el amor que los españoles sienten por el lenguaje de estilo oriental.


Aunque Cádiz sigue siendo sin duda una ciudad industriosa y ajetreada, ha sufrido un serio declive en fortuna y comercio desde que España perdió sus principales colonias americanas. Ford nos dice que los españoles comparan en ocasiones a Cádiz (a la que nuestros colegas, destrozones de nombres propios, llamaron durante mucho tiempo Cales) con una “taza o platillo de plata”. Del árabe tast o taste (y taste significa “gusto o sabor” en inglés), que no es mal nombre para un buen plato. “Se levanta”, continúa Ford, “sobre una península rocosa con forma de jamón, entre diez y cincuenta pies sobre el mar”. (En este caso la taza o platillo está sobre el jamón y no el jamón sobre el platillo, lo que contraviene por completo la costumbre.) El mar, abrazándola amorosamente, circunda casi del todo esta ciudad brillante y cristalina, excepto por donde un estrecho istmo la une a tierra firme.

Cádiz tiene un aire fresco y juvenil, aunque es la ciudad que más años cuenta en Europa. Parece una perla poderosa y bella que el océano arrojara a la orilla; pero por edad, se la podría comparar mejor con el pariente materno de esa joya marina –esa madreperla que es “la Venerable Perla” de la canción; en cualquier caso es la madre de la piedra y el mortero, más bella que la mayoría de sus hijas.

[…]
“¡Cádiz!” Exclama un autor nativo; “¡Cádiz!; su mismo nombre trae miles y miles de emotivos recuerdos a la mente de extranjeros y visitantes. ¡Cádiz!, ciudad que fue tan hermosa en la historia de nuestras revoluciones políticas, que se convirtió en cuna de nuestras libertades y teatro de hechos significativos y memorables.” […] El autor prosigue reafirmando la perceptible diferencia que hay entre el norte y el sur de España. “Qué cambio de decoración […] son diferentes en todos los aspectos […] Allá la misma Naturaleza que se percibe alrededor, formalmente fructífera, es un arte; aquí parece resistirse a toda imposición y control y es preeminente en prodigalidad. Las costumbres, tranquilas, sencillas y patriarcales de las provincias norteñas, no se parecen en nada a las de las gentes alegres, ardientes e impulsivas de la España meridional. Aquí todo es apasionado, brillante y voluptuoso. La misma Naturaleza que allá acaba siendo productiva gracias al trabajo y el esfuerzo, ofrece aquí espontáneamente a los pies del hombre sus exuberantes tesoros; allá, como a prometida tímida y retraída, o como a amante altiva, hay que cortejarla, conquistarla y adularla para convencerla de que cumpla y complazca. Aquí, por el contrario, como una dulce esposa o un valido obsequioso, ofrece sonriente su homenaje y amoroso servicio.



Fragmento extraído de Viajeras Anglosajonas en España,
Fundación Pública Andaluza Centro de Estudios Andaluces
Sevilla, 2009
Imagen: Alfred Guesdon, 1855 (extraída de http://www.oronoz.com/paginas/muestrafotostitulos.php?pedido=BAHIA%20DE%20CADIZ&tabla=Claves)
Ford nos dice que los españoles comparan en ocasiones a Cádiz (a la que nuestros colegas, destrozones de nombres propios, llamaron durante mucho tiempo Cales) con una “taza o platillo de plata”. Del árabe tast o taste (y taste significa “gusto o sabor” en inglés), que no es mal nombre para un buen plato. “Se levanta”, continúa Ford, “sobre una península rocosa con forma de jamón, entre diez y cincuenta pies sobre el mar”. (En este caso la taza o platillo está sobre el jamón y no el jamón sobre el platillo, lo que contraviene por completo la costumbre.) El mar, abrazándola amorosamente, circunda casi del todo esta ciudad brillante y cristalina, excepto por donde un estrecho istmo la une a tierra firme.
Cádiz tiene un aire fresco y juvenil, aunque es la ciudad que más años cuenta en Europa. Parece una perla poderosa y bella que el océano arrojara a la orilla; pero por edad, se la podría comparar mejor con el pariente materno de esa joya marina –esa madreperla que es “la Venerable Perla” de la canción; en cualquier caso es la madre de la piedra y el mortero, más bella que la mayoría de sus hijas.

[…]
“¡Cádiz!” Exclama un autor nativo; “¡Cádiz!; su mismo nombre trae miles y miles de emotivos recuerdos a la mente de extranjeros y visitantes. ¡Cádiz!, ciudad que fue tan hermosa en la historia de nuestras revoluciones políticas, que se convirtió en cuna de nuestras libertades y teatro de hechos significativos y memorables.” […] El autor prosigue reafirmando la perceptible diferencia que hay entre el norte y el sur de España. “Qué cambio de decoración […] son diferentes en todos los aspectos […] Allá la misma Naturaleza que se percibe alrededor, formalmente fructífera, es un arte; aquí parece resistirse a toda imposición y control y es preeminente en prodigalidad. Las costumbres, tranquilas, sencillas y patriarcales de las provincias norteñas, no se parecen en nada a las de las gentes alegres, ardientes e impulsivas de la España meridional. Aquí todo es apasionado, brillante y voluptuoso. La misma Naturaleza que allá acaba siendo productiva gracias al trabajo y el esfuerzo, ofrece aquí espontáneamente a los pies del hombre sus exuberantes tesoros; allá, como a prometida tímida y retraída, o como a amante altiva, hay que cortejarla, conquistarla y adularla para convencerla de que cumpla y complazca. Aquí, por el contrario, como una dulce esposa o un valido obsequioso, ofrece sonriente su homenaje y amoroso servicio.


Emeline Stuart-Wortley, "El suave sur" (1856), fragmento extraído de Viajeras Anglosajonas en España. Una antología, Coord. por Alberto Egea,  Sevilla, Fundación Pública Andaluza Centro de Estudios Andaluces, 2009
Imagen: Alfred Guesdon, 1855 (extraída de

____________________________________________________

Es una colaboración de Ana Gollonet Teruel

No hay comentarios:

Publicar un comentario