lunes, 22 de noviembre de 2010

DUENDE DEL SUR (Homenaje al flamenco)

El sur del que formamos parte está en la intersección de dos geografías míticas: la de los paraísos del extremo occidente (somos herederos del Jardín de las Hespérides) y la de las fronteras infernales (somos navegantes −Guadaleteo− del río del olvido). A estas tierras de paraíso y condena llegaron los (e)gi(p)tanos y con ellos el arte que, mezclando las dos orillas del Mediterráneo, cristalizó en el flamenco.
Lirio del campo, vivía éste a su aire (y en el aire) hasta que los hijos del Romanticismo dieron en valorar el espíritu del pueblo y Bécquer fundó en la quintaesencia del cantar su poesía, “natural, breve, seca, que hiere el sentimiento con una palabra y huye, y despierta, con una que las toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía”. De Bécquer a los Machado (padre e hijos: Demófilo, Antonio y Manuel) se consolida la recopilación y recreación de la fuente flamenca. Dice Manuel: “−Hijo, para descansar/ es necesario dormir,/ no pensar, no sentir, no soñar…/−Madre, para descansar,/morir…”. Y Antonio dice: “Creí mi hogar apagado,/ y revolví la ceniza…/ Me quemé la mano”.
De Bécquer hasta hoy vive en Andalucía, sin distinción de esfera culta o popular, el duende del sur. García Lorca lo formulaba así: “Manuel Torres, el hombre de mayor cultura en sangre que he conocido, dijo, escuchando al propio Falla su Nocturno del Generalife, esta espléndida frase: ‘Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende’. Estos sonidos negros son el misterio, las raíces que se clavan en el limo que todos conocemos, que todos ignoramos, pero de donde nos llega lo que es sustancial en el arte. Este ‘poder misterioso que todos sienten y ningún filósofo explica’ es, en suma, el espíritu de la Tierra”.
Ahora el Espíritu de la Tierra es oficialmente Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Se cumple así el poema de Ángel García López:

Yo soy la voz más viva, la más fuerte
del Sur. Yo soy
la voz. Ninguno pudo
acallarla. Llevar la suya a tanto
como yo. Blandirla
igual que un bello alfanje. Hacer
brillo su túnica, su fuego. Pues el aire
cuidó la superficie. Y el trabajo
tejió por dentro al río
un bosque incorruptible, que era carne
no mortal. Y así, pues nunca hubo
otro taller que el corazón, hoy puedo
mirar en mi futuro
este reino.

El reino del flamenco: ese jardín de Hespérides que brillan en lo oscuro. Como todo lo sagrado, ave o rito, el flamenco duele. Los gitanos siempre lo han sabido y se han partido la camisa, exasperados de belleza lo mismo que, en la Santa Croce de Florencia, Stendhal.

http://www.diariodecadiz.es/article/opinion/841917/duende/sur.html

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