domingo, 7 de noviembre de 2010

LAS MICROMIL Y UNA NOCHES, por Ana Sofía Pérez-Bustamante

Imagen: Cristobal Villalobos
Ustedes ya sabían que está de moda el microrrelato (“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, ¿recuerdan?), pero tal vez ignoraban que el pasado viernes se presentó en Cádiz el libro Fuera pijamas, del gaditano Antonio Serrano Cueto, con 80 textos de la misma especie. 

http://antonioserranocueto.blogspot.com.es/2010_09_01_archive.html

Uno de ellos, el que mereció el V Premio de Microrrelatos El Basar de Montcada i Reixac en 2009, dice así:

el autobús circular

Cuando el autobús se detiene orillando la acera, las sombras de los viajeros se apoyan detrás de los cristales cubiertos por el vaho. La lluvia torrencial de las últimas horas ha concedido una tregua y, aunque ya es hora oscurecida, de nuevo se aprecian el alzado de los edificios y el perfil serpenteante de las carreteras. Debajo de la marquesina un hombre permanece quieto, apretando el frío metal de la moneda en el bolsillo. Al ver la pesadumbre de su rostro, el conductor, figura enteca y siempre impasible, se permite esta vez una mirada de indulgencia, de complicidad ante el duro oficio, y lo invita a subir con un leve movimiento de cabeza. De pronto un tropel de escolares asoma por la esquina. Vienen pugnando por voltear bien alto la moneda.  El autobús espera la carga infantil y, oscuro bajo la noche solitaria, reemprende la marcha. Sólo que en este viaje los escolares no cantan.

Antonio Serrano Cueto, Fuera pijamas,
Barcelona, De Barris, 2010, pág. 56.

El lector habrá captado inmediatamente el guiño que hace el autor (que no en vano es profesor de Filología Clásica) al mito de Caronte, el barquero que, atravesando la laguna Estigia,  conduce al Hades las almas de los muertos, previamente enterrados con una moneda bajo la lengua para pagar el viaje. Lo que quizá ignoren es la relación profunda y extraliteraria entre el cuentecillo y el autobús interurbano de Cádiz, cuyos asientos, sofisticadamente antiergonómicos, han sido diseñados para matarnos por la espalda.

Cuentos muy cortos los ha habido siempre, desde las colecciones de apólogos orientales o las fábulas de Esopo. Si las Edades Antigua y Media gustaron de los ejemplos con moraleja, el siglo XVI añadió el gusto por los chistes que reunía Joan de Timoneda (Sobremesa y alivio de caminantes) o los gustosos cuentos de miedo de Antonio de Torquemada (Jardín de flores curiosas). Del Romanticismo al Modernismo se va consolidando la prosa lírica con mayor o menor virtualidad narrativa (véanse los capitulillos de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez), y las vanguardias retoman el experimento buscando no ya la emoción de la belleza sino la sorpresa del ingenio: de ahí las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. Tras la guerra civil nuestra vanguardia sobrevivió en autores raros, marginales y exiliados (Carlos Edmundo de Ory, Álvaro Cunqueiro, Joan Perucho, Max Aub…) y es en los 90 cuando nos viene el microrrelato de la mano de los sudamericanos, que nunca rompieron con lo surreal y tuvieron que venir a recordarnos que la imaginación y la belleza no están reñidas con la ética ni con la literatura. La primera antología de microtextos (más que microrrelatos) que apareció en España, magnífica, fue La mano de la hormiga, de Antonio Fernández Ferrer (Madrid, Fugaz Ediciones Universitarias, 1990), y una joya más reciente es Mil y un cuentos de una línea, de Aloe Azid (Barcelona, Thule Ediciones, 2007)[1].



Iniciamos hoy en nuestro blog la sección “Las micromil y una noches” con un surtido de textos que tratan del amor y de la muerte, y de las sorpresas que te dan la vida y la literatura. Realmente, todo se puede resumir:

Mil y una noches menos cien años de soledad igual a ciento veinte días de sodoma y gomorra.

Guillermo Samperio, La brevedad es una catarina anaranjada, 2004. En MYUC, pág. 98

Se puede resumir la novela policiaca tipo Simenon, como hace Max Aub en sus deliciosos Crímenes ejemplares:

Lo maté porque era de Vinaroz.
                         
                         ♠

Lo maté por no darle un disgusto.

                         ♠

Lo maté porque estaba seguro de que nadie me veía.

Max Aub, Crímenes ejemplares, 1957. En LMH, págs. 55-59

Se puede sintetizar bastante el más largo calentón culto, sea de Henry Miller o de Mario Vargas Llosa:

Amo tu sexo, oscuro y tibio como un vino. La idea debe ser siempre embriagarse en el origen.

Wilfredo Machado, Poética del humo, 2003. En MYUC, pág. 197

Y abreviar considerablemente la historia sagrada:


                                                La Biblia

                                                                   Por Moisés and Co.

         Utilizando como materia prima el misterioso caos, el supermán Elohim crea en seis horas el cielo, la tierra y todo lo demás. Inventa, a continuación, un robot, que complementa con una robot. “Comámosle las manzanas”, le dice la robot al robot. “O.K.”, responde el robot. El supermán los destierra, pero ellos se dedican a multiplicarse. El supermán intenta ahogarlos, pero no lo consigue. Entonces les envía a su hijo que trata de hacerse pasar por un pequeño robot, pero los demás no tardan en identificarlo gracias a su agente secreto, el coronel J. Iscariot. Ejecutan al hijo de supermán y lo entierran. Pero el hijo de supermán con su poderoso hombro levanta la losa de su tumba y vuela. No estaba verdaderamente muerto.
         Nuevos episodios aparecerán muy próximamente.

[Atribuido a] Raymond Queneau (1948). En LMN, pág. 376

Quien dice la Biblia dice los Evangelios, pues tampoco hay que empeñarse en la prolijidad de un Saramago para escribir un apócrifo:

Cordero de Dios


−¿Por qué vas a matarme? ¿No sabes acaso que soy el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo?
−Precisamente por eso.

Jaime Valdivieso, 1999. En MYUC, pág. 71


Toda la psicología de la novela de dictador, empezando por el Tirano Banderas de Valle-Inclán, que fue el pionero del género, está aquí:

El general preguntó la hora y un edecán se acercó rápido a musitar: ‘La que usted quiera, señor presidente’.

Guillermo Cabrera Infante, Vista del amanecer en el trópico, 1974. En LMH,  pág. 121

No me olvido de la novela de la memoria:

Romancero urbano

Ay, Federico Lacroze, llama a la guardia civil.

Isidoro Blaisten, El mago, 1991. En MYUC, pág. 315


Ni de la invención metafictiva o metaficción vilamatesca:

Espíritu

En estas humildes palabras está encerrado todo el espíritu de su autora: ‘Socorro, socorro, sáquenme de aquí’.

Ana María Shua, Casa de geishas, 1992. En MYUC, pág. 320

Ustedes podrán preguntarse: “Bueno, ¿y esto por qué?”. Pues porque si tuviera razón Neus Aguado (“Casi todo es literatura, lo demás es psiquiatría”) lo mejor que podrían hacer ustedes quizá sería no moverse de aquí.

                                      http://www.diariodecadiz.es/article/opinion/831393/las/micromil/y/una/noches.html


[1]  Citamos en lo sucesivo los microtextos extraídos de estas antologías así: LMH (La mano de la hormiga), MYUC (Mil y un cuentos de una línea). Para saber más, véase David Lagmanovich, "La extrema brevedad: microrrelatos de una y dos líneas", http://www.ucm.es/info/especulo/numero32/exbreve.html.

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